La excusa de la que este texto intenta servirse es la sorpresa que un evento fortuito provocó en su autor. Ese evento -simple, preciso, incógnito- tuvo la forma fresca y espontánea de un encuentro. Encuentro con otro texto, cita a ciegas en la que el lector, distraído, encuentra por fin en la resistencia inexplicable de una frase ajena algo así como la clave sobre aquello que desde hacía tiempo se había constituído casi insensiblemente en el objeto de sus reflexiones. Este escrito tendrá como finalidad entonces dar cuenta de la naturaleza de ese asombro, o más bien del modo en el que ese asombro se me presenta ahora, retrospectivamente, como el contorno vacío de un problema que atañe sin dudas a la reflexión sobre la práctica artística.
Puedo detallar muy poco de las circunstancias en las que ese encuentro se produjo. Me encontraba trabajando en la transcripción y traducción de una entrevista con el Curador de esta Bienal, y meditando en consecuencia acerca de la problemática que articula la muestra. De a ratos, disperso, algo distraído, ojeaba una recopilación de textos críticos de Severo Sarduy. De pronto, casualmente, leo el párrafo que sigue: "El cuerpo regresa en el momento de crítica, de vacilación de una cultura empeñada, durante milenios, en ocultar, en obturar el 'soporte'. Que en la pintura este último se haya convertido en el sujeto del cuadro, que los artistas del body art se limiten, no sin contentamiento narcisístico, a autoexponerse, a travestirse en escena o a masturbarse como un 'evento' más: indicios, aunque marginales fehacientes, de ese retorno"3. Se trata de un escrito publicado por primera vez en 1974, el título del libro que incluye el ensayo es "La Simulación" 4.